...Teníamos ahora ante nosotros un viaje largo. Atravesábamos un mundo deshabitado, de canales silenciosos, las calles de las aldeas con sus fachadas adormecidas… y luego volvíamos a irrumpir en los campos entre árboles que parecían recortados y explotaban en verde cuando la luz de los faros los perforaba. No teníamos sueño. Y entonces hablábamos como dos niños felices. A la izquierda del camino, un río corría a nuestro lado. EL VIAJE PERFECTO (LAS MALETAS DEL VIAJERO, José Saramago)